Como sucede con toda actividad económica, el real estate se encuentra ligado de modo esencial a la estabilidad que presenta el mercado en el que opera. Dicho esto, está claro que el mercado inmobiliario argentino adolece desde hace años de un marco económico que le permita desarrollarse con cierta normalidad.

No es normal no contar con un plan económico que ofrezca algo de luz sobre las perspectivas económicas y que se transforme en terreno fértil para los inversores, tanto locales como extranjeros. La consecuencia más concreta sobre el mercado inmobiliario: unas 160.000 propiedades a la venta solamente en la Ciudad de Buenos Aires con un promedio de apenas 2600 escrituras mensuales. Esto tampoco es normal.

El mercado de real estate en la Argentina vivió un período de bonanza en la década del 90 fruto de la baja inflación y la previsibilidad. Luego, solamente contamos con pequeñas brisas como desde 2005 al 2009 y la de 2015 a 2018. Pero fueron pocas y no fueron sostenidas.

En mayo de 2020, pleno inicio de la pandemia, desde Depa aseguramos que las propiedades iban a bajar entre un 20% y 40%. No sólo aquel análisis fue acertado sino que hubo zonas en las que se superó la baja de un 40% entre el valor de publicación y el precio de cierre. Toda inmobiliaria que hace su trabajo en forma ordenada debe entregar a su cliente un reporte mensual con una síntesis de las visitas y ofertas recibidas. No son pocas las situaciones en las que luego de un mes de ausencia de visitas debemos tomar la penosa decisión de avisarle al propietario que su inmueble debe bajar aún más su precio.

Es en este sentido en que pedimos, imploramos, dejar de culpar a la pandemia. Con un alto porcentaje de población vacunada y con la efectividad que refleja esta prevención en cuanto a camas ocupadas de terapia intensiva, sería conveniente dejar de señalar a la pandemia como la culpable de todos nuestros males, y exigir a la dirigencia política que asume el rol que le corresponde.

Claramente, el anuncio a viva voz por parte del Gobierno del descreimiento en un plan ha logrado, al menos en el mercado inmobiliario, a contar con una ciudad como la de Buenos Aires explotada de propiedades en venta, con precios que no encuentran un piso y con alquileres que no encuentran un techo. No habría motivos para contradecir a quienes apuestan por el mercado de las vecinas ciudades de Asunción o Montevideo. ¿Qué hay ahí de diferente? Un plan sostenido en el tiempo.

Aún no se activa en la Ciudad de Buenos Aires la reforma a la Ley de Plusvalía. Entre las tantas anomalías que se presentan en el mercado inmobiliario, la demora en el tratamiento de esta ley ocupa un lugar destacado. Entendemos que lo que se busca con esta ley es generar un círculo virtuoso que defina un nuevo paradigma en cuanto al desarrollo de la ciudad y que dinamice al sector de la construcción y al rubro inmobiliario, siempre teniendo como foco al consumidor final. Pero tampoco se avanza en este sentido.

A la falta de plan se le suma la falta de rumbo. No sólo no sé sabe cómo se va a lograr el ansiado progreso y la estabilidad, sino que tampoco está claro hacia dónde se dirige nuestro barcoSe escucha rogar un acuerdo a los acreedores ubicados a estribor, pero quien maneja el barco anuncia su deseo de virar a babor.

¿Cómo lograr que el mercado inmobiliario se reactive? Definiendo un plan económico que permita despertar del letargo a la economía argentina. Claramente, la ausencia de un plan no funciona. Y el eterno estado de pandemia tampoco. Será hora de dejar de lado la improvisación y la incertidumbre para comenzar a generar credibilidad con un plan de gobierno.

* El autor es director de la inmobiliaria Depa

por Miguel Di Maggio

Fuente: LN propiedades